El padre de Internet: ¿ahora le teme?
Por Mauricio Manuel Reyes
Especial para Cubadebate
El
1 de enero de
2012
se cumplieron 29 años del inicio de un proceso tecnológico que
revolucionó el mundo de la información y las comunicaciones. Con la
creación primero por el
Departamento de Defensa estadounidense de la plataforma pionera “
ARPANET“,
se fue desarrollando un proceso vertiginoso de fusión tecnológica de
redes y servicios hasta lograrse la actual Internet. Entre 1975 y 1983
se realizaron pruebas de comunicación entre universidades de Estados
Unidos e Inglaterra y Noruega. Desde ese momento ya se apreciaba toda
una definición por el gobierno de Estados Unidos de la trascendencia que
tiene Internet como elemento cultural, político, incluso militar, en
función de sus intereses hegemónicos.
Hoy Internet es un evento global de intercambio humano con el
ciberespacio y una posibilidad real de conexiones, sin importar las
características que estas tengan. El 2011 cerró con 2 200 millones de
personas conectadas a esta autopista del conocimiento, la tercera parte
de la población mundial.
En esa diversidad humana que interactúa con el ciberespacio, se
aprecia un incremento de la presencia de hackers atacando objetivos
políticos y económicos del gobierno estadounidense y de otros países.
Como respuesta a estas amenazas, las dos últimas Administraciones
constituyeron un ejército ciberespacial en función de “garantizar la
ciberseguridad” e imponer la ciberguerra como método de contragolpe a
acciones que provengan de “naciones adversarias”, estrategia que
“pretenden divulgar” a partir de las experiencias de los atentados
terroristas del 11 de septiembre del 2001. Sin embargo, cualquier
analista sobre el tema sabe que es un diseño preconcebido mucho antes.
En febrero del 2001 se produce una audiencia en el Congreso
estadounidense donde se discutió el tema de la ciberseguridad, la
ciberguerra y las preocupaciones que se tenían sobre el estancamiento
del Ejecutivo norteamericano en ese campo e incluso, ya se hablaba de
las primeras definiciones estratégicas en torno al tema. En ese evento,
el primer país que es acusado como ciberterrorista es Cuba, algo
insólito. Los propios investigadores siempre se quedan atónitos frente a
esas acusaciones, porque están convencidos de que la política de la
Revolución se opone a invadir la soberanía de otras naciones y que la
Isla no posee, en lo absoluto, una infraestructura poderosa de redes
para ejecutar acciones ofensivas.
¿Cuál es la urgencia en monopolizar el ciberespacio y establecer
normas preconcebidas para la comunidad internacional sobre el uso de
Internet? ¿Será acaso que el padre de la criatura ahora le teme o
quieren arreciar su control?
El 5 marzo pasado el sitio digital estadounidense “Technology Review”
publicó un artículo que el portal Cubadebate divulgó bajo el título
“Departamento de Defensa quiere un mayor control sobre Internet”, en el
que se expresa: “Si bien es cierto que el Departamento de Defensa de
Estados Unidos financió las investigaciones que condujeron a la creación
de Internet, fue la innovación espontánea y libre la que creó el
conjunto de tecnología privada que conforma esta plataforma en la
actualidad. Ahora el gobierno de Estados Unidos está intentando
recuperar algo de control, mientras se adapta a una era en la que los
ciberataques contra empresas y agencias gubernamentales estadounidenses
son algo habitual”.
Más adelante señala que “representantes de la Casa Blanca, el
Departamento de Defensa y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) han
afirmado que para salvaguardar los intereses de Estados Unidos ellos
debían adoptar un papel más activo en el gobierno de lo que ha sido un
recurso puramente comercial y civil. Pero a algunos expertos les
preocupa que la influencia cada vez mayor de organizaciones militares y
de defensa sobre el manejo y desarrollo futuro de Internet comprometa la
libertad que la ha convertido en un éxito”.
Si analizamos con profundidad la Estrategia Internacional para el
Ciberespacio que aprobó el presidente Obama el pasado año podemos
evaluar varios componentes que evidencian la intención de dominar cada
vez más el mundo virtual, como ha pretendido apropiarse del universo
real. En esa maniobra el gobierno de Estados Unidos establece varios
preceptos sobre los que debemos alertar:
1.- Se atribuye el derecho de liderar la regulación internacional
sobre la seguridad de la Red Global, imponiendo patrones organizativos y
normas de comportamiento a naciones sobre el empleo del ciberespacio,
bajo el pretexto de facilitar la acción política contra individuos,
grupos, entidades o países que “promuevan el cibercrimen”, contra su
soberanía o la de sus aliados. Considera que las regulaciones
establecidas por los Estados para cerrar brechas en este campo no han
sido las más idóneas.
2.- Bajo el principio del “derecho de autodefensa”, promueve la
doctrina de ataque sobre los “adversarios” que amenacen su ciberespacio,
mediante la adopción de medidas informáticas, diplomáticas, económicas
y militares.
3.- En su contenido establece que combinarán estrategias de defensa,
aprovechando las alianzas militares establecidas con otras naciones.
Bajo la llamada cooperación transfronteriza, maneja la posibilidad de
crear capacidades cibernéticas en terceros países para “apoyar” la
protección multilateral de redes digitales.
4.- Incluye la dimensión sobre la “libertad en Internet”, en la que
se compromete a apoyar actores de la “sociedad civil” en el logro de
“plataformas confiables” para “expresar opiniones, compartir
información, supervisar elecciones y organizar movimientos políticos”.
5.- Su divulgación en el 2011 estuvo sincronizada con la activación
del Cibermando, estructura con capacidad operativa total y con la doble
misión de dirigir ciberoperaciones ofensivas y defensivas, preparado
para enfrentarse a cualquier confrontación en la red global e implantar
un sistema planetario bélico a través del ciberespacio.
6.- Considera los ataques preventivos, en tiempo real, como parte de
la estrategia de ciberdefensa, que conciben la destrucción de la red de
ordenadores del enemigo en ultramar; atacar y explotar sus sistemas de
información mediante el engaño, la negación o la afectación directa, así
como violar la soberanía de las naciones de donde provenga la amenaza
para eliminar los riesgos a la seguridad de las infocomunicaciones
estadounidenses.
¿Acaso será necesario que el gobierno de Estados Unidos establezca
una doctrina de guerra en Internet para controlar a sus “enemigos”,
cuando es precisamente el inventor, dueño histórico y omnipotente de
esta plataforma? ¿Qué desarrollo digital quiere supervisar una nación
que ha logrado monopolizar las áreas esenciales de la infraestructura de
Internet, las industrias de ordenadores de alto rendimiento, los
sistemas operativos, tecnologías de bases de datos y las bibliotecas de
la información? Esto le ha permitido el macrocontrol sobre la
arquitectura virtual global para manipularla a su antojo.
Un reportaje de la revista norteamericana “Wired”, especializada en
análisis sobre las tecnologías de las infocomunicaciones, afirma que
hasta 20 mil millones de millones de contactos a través del ciberespacio
han sido interceptados y almacenados por la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA) de Estados Unidos desde el año 2001. Añade que este
gobierno construye “el centro de espionaje más grande del mundo”
denominado Utah Data Center (UDA), que bajo una inversión de 2 mil
millones de dólares y previsto inaugurar en septiembre del 2013,
pretende almacenar todo lo recogido en más de una década.
Hay políticas muy claras y bien definidas en todos estos esquemas del
gobierno estadounidense para implantar la guerra y la subversión
utilizando Internet. Basta con leer las recientes declaraciones al
respecto de Leon Panetta, secretario de Defensa de los Estados Unidos y
ex director de la CIA: «Lo cierto es que existe la capacidad cibernética
de tumbar nuestras redes eléctricas, o de paralizar el sistema
financiero de nuestro país. Y creo que tenemos que estar preparados para
defendernos y para ser agresivos». Esto se traduce en la intención de
Washington de tratar de hacer ver a la humanidad que la Ciberguerra se
alza como una nueva amenaza universal, con lo cual podrían justificar
los cientos de millones de dólares en su eventual combate, y de paso se
hacen ricos muchos contratistas que lucran con esta nueva “estrategia
del miedo”.
Un teclado en vez de un gatillo; cursor en vez del punto de mira;
pantalla en vez del campo de batalla; bites en vez de balas. Así se ve
la nueva amenaza: la guerra cibernética. ¿Cómo debería responder un
Estado a un ataque del que no está clara la procedencia, ni la autoría
en un mundo virtual, donde transcurre una parte cada vez mayor de las
vidas de la personas y también de la vorágine de empresas e
instituciones a nivel global? No existen organismos de defensa, ni
tratados, ni acuerdos de cooperación que actualmente regulen o prevengan
de la manera más colegiada, justa y equilibrada la respuesta a un
incidente de este tipo. Sólo los “dueños del mundo” se erigen con la
teoría y soluciones extremas de convertir a Internet en un teatro de
operaciones militares. Cualquier incidente en su contra pudiera provocar
el disparo de misiles o simplemente paralizar las estructuras críticas
de una nación “sospechosa”.
En este escenario, las naciones que apuestan por sociedades más
justas y participativas, tienen una opción: No temerle a las
intimidaciones de un imperio que desde su nacimiento ha practicado la
intimidación en todos los frentes.
Cuba sufre un bloqueo económico y comercial sin precedentes en la
historia que le ha impedido, entre otras cosas, alcanzar grandes avances
en los accesos a Internet, porque se le niega la tecnología de punta y
el ancho de banda necesario. Sin embargo, en el campo de las ideas
tenemos un elevado potencial que permite asumir el reto que significa el
enfrentamiento ideológico a teorías hegemónicas y estrategias bélicas
en el campo virtual. En ese empeño se deben involucrar todos los cubanos
e instituciones con posibilidades a su alcance para compartir la
información y defender la paz plena en la Red Global.
Es un reto aprovechar las potencialidades que representan los más de 2
millones de graduados en cursos sobre cultura informática en la
comunidad a través de 604 Joven Club de Computación en el país, y la
gran masa de universitarios y técnicos que cursaron carreras afines;
emplear las computadoras conectadas en red que sobrepasan el medio
millón y las más de 500 mil páginas cubanas en el ciberespacio, los 2,6
millones de usuarios de servicios de Internet y los más de 600 mil con
navegación plena a esta plataforma.
Los que aprecian que se deben aunar esfuerzos en este campo tienen
que estar convencidos - como dijera recientemente el Comandante en Jefe
Fidel Castro en el encuentro con prestigiosos intelectuales del mundo -
que “Internet es un instrumento revolucionario que permite recibir y
trasmitir ideas, en las dos direcciones, algo que debemos saber usar”.
Recientemente la periodista
Rosa Miriam Elizalde expresó en uno de sus artículos:
“Quienes se asoman al pensamiento de Fidel distinguen,
por encima de otras muchas cualidades, su obsesión por la igualdad. Con
la Internet vio una posibilidad extraordinaria de poner a todos los
seres humanos en una ribera común para el conocimiento. Él asumió el
estudio de la Red desde una perspectiva de inclusión, de generalización
del uso de esa tecnología y de extensión de la obra cultural cubana.
Basta revisar sus discursos de los últimos diez años para confirmar cuán
tempranamente Fidel entendió que un mundo estructurado en torno a las
relaciones de acceso produciría un tipo muy diferente de ser humano, y
que sus valores dependerían de la diversidad de recursos y experiencias
culturales que este pudiera adquirir. Estados Unidos tiene más de 68
millones de kilómetros de fibra óptica, y nosotros con mucho menos,
vamos a hacer diez mil veces más, porque lo que tienen lo subutilizan.
Nosotros podemos darle un uso más inteligente y colectivo”.
Por el camino de la lucha de las ideas y en defensa de los valores
debemos andar los más indefensos ante tan poderosas estructuras
tecnológicas y doctrinas desafiantes. Mientras exista imperio, habrá
supremacía del enemigo en todos los frentes menos en aquel de la virtud,
esa que caracterizó al pequeño David para enfrentar al gigante Goliat.
Los revolucionarios del mundo tenemos un desafío inmenso, convertir el
ciberespacio creado por los poderosos en una herramienta a favor de la
emancipación humana.