Gerardo Hernández Nordelo
LOS
BARROTES NO PUEDEN
APAGAR LA LUZ DE SU EJEMPLO
RAFAEL CARELA RAMOS
Gerardo Herández Nordelo, uno de los Cinco
luchadores antiterroristas cubanos prisioneros injustamente en Estados Unidos,
cumple hoy 47 años, casi 14 los cuales ha pasado en cárceles de máxima seguridad de ese país.
Como millones de cubanos, Gerardo es de origen
sencillo y una firme formación patriótica, para quien servir a la tierra que lo
vio nacer es más que un deber, una razón de ser.
Este hombre fue detenido el 12 de septiembre de 1998,
juzgado y sentenciado, junto a otros cuatro compañeros, acusados de
Conspiración para cometer espionaje, y en su caso personal, además, por Conspirar
para cometer asesinato por el derribo de dos avionetas que violaban el espacio
aéreo nacional, delitos graves que no pudieron ser probados por la Fiscalía norteamericana,
pues Gerardo ni tripulaba los aviones
Mig cubanos, ni estaba en la base de San Antonio, ni dio la orden del derribo.
Y por lo tanto era ajeno al suceso.
En el juicio que duró siete meses testificaron,
incluso, cuatro generales retirados del
Ejercito de Estados Unidos. quienes declararon que no había nada relacionado
con espionaje este caso, pero la vista fue en Miami, donde reina el odio contra
Cuba, y por tanto, ellos no podían tener allí un juicio justo.
Como prisionero, al igual que el resto de sus
compañeros, le han sido violado sus derechos, uno de los más injustos es haber
sido enviado al “hueco”, celdas de confinamiento solitario destinadas a reclusos
de alta peligrosidad y mala conducta, sin motivo alguno, violándose el reglamento de prisiones de USA, que no
sólo establece a quiénes enviar allí, sino también que en los casos de
aplicación disciplinaria es por sólo 60 días.
Y si eso es abusivo y doloroso, nunca explicado a la
opinión pública, más lo es que durante casi 14 años nunca ha podido ver a su esposa, a quien el
Gobierno de EE.UU. le niega la visa, aduciendo el absurdo pretexto de que ella
constituye un peligro para la seguridad nacional de ese país.
Adriana Pérez, su esposa, con más sentimiento que
palabras, ha dicho sobre eso que “duele la ausencia, la prohibición de un
abrazo, la prolongación de una visita que nunca llega, la distancia geográfica
y la saña política, que corta de un solo tajo la ilusión de ese día”.
Siempre me he preguntado la razón de ese odio contra
Gerardo, y quizás la respuesta la encontremos en el alegato que éste hiciera en
el juicio en que se condenó: “…La
Fiscalía considera, y así lo ha pedido, que debe pasar el resto de mi vida en
una cárcel. Confío en que si no es este, en algún otro nivel del sistema, la razón y la justicia
prevalecerán por encima de los prejuicios políticos y los deseos de venganza y
se comprenderá que no hemos hecho ningún daño a este país que merezca semejante
condena. Pero si así no fuera, me permitiría repetir las palabras de uno de los
más grandes patriotas de esta nación, Nathan Hale, cuando dijo: “Sólo lamento
no tener más que una vida para entregar a mi Patria”.
En este, su 47 cumpleaños, Gerardo cuenta con la
satisfacción de tener el amor su pareja y su familia, la lealtad de su pueblo y
la solidaridad de millones de hombres y mujeres justos de este mundo.
Las rejas que
impiden su libertad, no pueden apagar la luz de su ejemplo.
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